Los 3 tipos de carcoma que pueden destrozar tus muebles

Los anóbidos, los líctidos y los cerambícidos son los tres tipos de carcoma más habituales

Los anóbidos, los líctidos y los cerambícidos son los tres tipos de carcoma más comunes, una larva que se alimenta de la madera

No todas las plagas son visibles. Los insectos xilófagos, como las termitas o los distintos tipos de carcoma, se introducen en el interior de la madera y acaban con ella desde dentro. Son indetectables para el ojo humano, y tan solo abandonan su escondite cuando ya lo han dañado gravemente.

De la misma forma que un diagnóstico precoz resulta crucial para aumentar el bienestar y alargar la esperanza de vida de los pacientes afectados por muchas enfermedades, es fundamental detectar la carcoma cuanto antes, con el objetivo de poner en marcha un tratamiento eficaz que erradique a estos invasores e impida que los desperfectos vayan a más.

Muebles, marcos de cuadros, sillas, marcos de puertas y ventanas… E incluso los elementos estructurales de las viviendas, como las vigas. Cualquier objeto fabricado con madera es susceptible de albergar una plaga de carcoma, especialmente aquellos construidos con madera relativamente vieja o maciza. Y es que esta larva no suele infectar la madera procesada, el cartón, las telas o los libros, donde abundan más las termitas.

Sin embargo, no existe una sola clase. Por lo general, es posible diferenciar tres grandes tipos de carcoma, en función de su tamaño, las dimensiones de los orificios que excavan y la madera en la que se alojan.

¿Qué tipos de carcoma existen?

Los tres tipos de carcoma más habituales son los anóbidos, los líctidos y los cerambícidos.

Los primeros son los más frecuentes. Estos insectos, que suelen medir menos de un centímetro, son de color blanquecino. Tienen una forma curvada, con pelos muy finos y tres pares de patas muy cortas. Al cabo de un año, se convierten en escarabajos pequeños de tonalidad rojiza o marrón. Los anóbidos suelen preferir maderas secas, como el pino o el abeto, en las que crean agujeros de entre 1,5 y 3 milímetros de grosor, y dejan serrín en las inmediaciones.

Si los orificios miden menos de 1,5 milímetros y los restos de serrín son finos como la harina, es posible que se trate de los líctidos. Estos son el segundo de los tipos de carcoma, conocidos popularmente como carcoma del parqué. Aunque también son de color banco y de cabeza marrón, su crecimiento es más rápido, y pueden transformarse en coleópteros negros o rojizos pasados tres meses o un año. Los líctidos buscan el almidón y son más comunes entre maderas con más humedad, como el roble, el nogal, el olmo, la encina, el fresno o el bambú.

Por último, se hallan los cerambícidos. Son los más grandes, ya que el tamaño de las larvas puede alcanzar el centímetro. Su cabeza está hundida en su cuerpo, que es más largo y de color crema. Su desarrollo es más lento y puede alargarse durante varios años, pero el escarabajo adulto, de color gris, café o negro, también es más grande: en algunos casos puede superar los siete centímetros. Por consiguiente, los orificios que deja en la madera son más grandes y ovalados, y pueden medir hasta un centímetro.

Es usual que deposite los huevos en la corteza o en la madera no estacionada, aquella que fue cortada recientemente y se encuentra en proceso de secado. Los cerambícidos son más agresivos, puesto que atacan tanto la albura como el duramen, pero también son uno de los tipos de carcoma menos frecuentes. Además, es posible diferenciarlos por el serrín que producen, que suele ser más grueso, y puede estar oculto en las propias galerías.

La presencia de orificios en la madera puede alertar de la presencia de carcoma

¿Cómo actuar ante la carcoma?

Independientemente de que se trate de anóbidos, líctidos y cerambícidos, los daños causados en la madera son muy similares. Por este motivo, es primordial contactar con profesionales especializados en la erradicación de estos xilófagos tan pronto como se vislumbran los primeros orificios.

La carcoma abandona la madera cuando ya ha metamorfoseado a un coleóptero y, por tanto, puede marcharse volando. Para ello, utiliza las galerías que ha ido excavando, que le sirven a la vez como alimento y como vía de escape. No obstante, la vida en el exterior de los tres tipos de carcoma es muy breve: tan solo sobreviven el tiempo suficiente para reproducirse.

Pero, ¿dónde ponen los huevos? A estos animales no les gusta la naturaleza, de ahí que no sea habitual encontrarlos en árboles. Prefieren resguardarse en construcciones hechas por humanos, y suelen dejar los huevos en grietas que encuentran en la madera o en los orificios creados en el pasado por sus antecesores. Por este motivo, el hallazgo de agujeros no significa que la madera esté libre de peligro: en el interior puede estar creciendo una nueva generación de carcoma.

Además, no todos los orificios están creados por la carcoma. Las huellas de las termitas, otro de los insectos xilófagos que se nutren de la madera, son prácticamente idénticas. Conocer las diferencias entre carcoma o termitas es imprescindible, por tanto, para aplicar el tratamiento más adecuado.

La aplicación de fuentes de calor o frío es una de las medidas más efectivas para acabar con cualquiera de los tipos de carcoma, ya que estos xilófagos no se desenvuelven bien en las temperaturas extremas.

Por otro lado, es posible recurrir a la anoxia: la creación de una atmósfera controlada en la que se reduce el oxígeno para eliminar la carcoma. Y, por último, se pueden aplicar insecticidas diseñados para aniquilar a estos invasores, ya sea mediante la pulverización, la inyección o la aplicación de geles.

Sin embargo, es indispensable andar con precaución para no dañar los objetos de madera durante estos procesos. Por eso, es recomendable delegar estas tareas en auténticos expertos, como Sanal Control Medioambiental, que ofrece servicios de control de plagas en A Coruña y Galicia, y ayuda a toda clase de personas a despedirse de todos los tipos de carcoma.

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